Fue de esos viajes pequeños...pero a la vez enormes, íbamos con la mentalidad de hacer cosas geniales y nada paró nuestras ganas y alegría.
El tiempo parecía que iba a respetarnos así que el martes en Gijón estuvimos en el acuario viendo todo tipo de animales exóticos como estrellas de mar, erizos de mar y demás animales de la fauna marina como son peces, tortugas gigantes y ¡hasta tiburones!
El día iba redondo hasta que justo antes de comenzar a llover tuvimos que ir corriendo hacia las furgonetas camino Oviedo.
Para rematar el día, se nos ocurrió la genial idea de ir a jugar a los bolos, qué mejor idea tras unas largas horas de lluvia. El día lo acabamos muy cansados y cansadas y pedían a gritos ir a dormir, aunque ¡las charletas nocturnas no podían fallar!
Al día siguiente fue impresionante visitar una de las minas mejor conservadas del norte de España, todo ello acompañado de un gran museo de la minería, artilugios y máquinas super interesantes que hacían que nos fuéramos con un sabor de boca mejor del que ya llevábamos.
La lluvia no nos dio tregua y aprovechamos la siguiente tarde para ducharnos y preparar las maletas, ya que nos venían a recoger al día siguiente a las 10 de la mañana...
Pero antes de todo esto, después de jugar a los bolos y cada una de nosotras y nosotros fuimos a escondidas a comprar el regalo del amigo invisible, que entregaríamos a nuestros respectivos la última noche, casi despidiéndonos de un viaje increíble, del que disfrutamos mucho de los lugares y las experiencias pero sobre todo de nosotros mismos y mismas.
El último día madrugón y deseando no volver a casa.
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